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Salir a pasear, jugar al parchís, ver un documental o escuchar música son actividades cotidianas que, añadiéndoles un objetivo y pautando correctamente su realización, nos pueden brindar una gran ayuda a la hora de pasar tiempo libre con nuestro familiar enfermo de demencia.

Para ello hay que ser consciente de la importancia que tiene el uso de este tiempo con una persona afectada de Alzheimer, conocer los criterios que deben seguir estas tareas y, entonces, recoger los resultados. «Todas las actividades deben estar planificadas, hay que saber en qué momento realizarlas y cómo, nunca hacer por hacer», nos explica Lucía Martín, terapeuta ocupacional de AFA Zamora y ponente del seminario ‘Alternativas y uso del tiempo libre en demencias’ impartido en el CTD ‘Ciudad Jardín’ de Zamora. Teniendo un objetivo el enfermo percibirá que lo que está haciendo es útil y el familiar se sentirá más desahogado.

«Hay que ir probando diferentes labores sin ejercer presión. Y siempre adecuándolas a la persona implicada, tienen que ser adultas y enfocadas a ellos, que no les suponga un aprendizaje nuevo», es uno de los consejos que aporta Lucía Martín; por ejemplo, si ponemos la tele, no la podemos dejar en el primer canal que aparezca, seleccionaremos un contenido en concreto basándonos en qué le gustaba, ya sea un documental o una telenovela.

A lo largo del seminario se ha resaltado la importancia no sólo de que el afectado ocupe ese tiempo libre, sino también el propio familiar, «aunque tengan muchas cosas que hacer, deben buscar momentos de ocio y tiempo libre también para ellos porque les va a ayudar a estar mucho mejor a la hora de cuidar de su enfermo».

       Ejemplo. Paseo o actividad física

¿Cuándo pasear y cómo? Preferiblemente hay que buscar un momento en el que el propio familiar tenga tiempo para ir a dar un paseo; si se realiza de forma precipitada y con prisas, el resultado será negativo. Y siempre se mantendrá el ritmo del enfermo, teniendo en cuenta que sale de casa aseado, con las zapatillas adecuadas, etc.

«Podemos sacar provecho de esta actividad no solamente yendo a caminar, sino ir hablando con él, estimulándole visual y auditivamente, por ejemplo, <<mira ese pájaro cómo canta, mira la falda roja de aquella niña…>>. Incluso de vuelta a casa se puede hacer un recuerdo de lo que se ha estado viendo durante el camino», apunta la terapeuta.

Son los propios familiares los que más adelante piden nuevas alternativas y juegos porque ven el resultado de realizarlos con un objetivo.

Aunque cada tarea conlleva una serie de beneficios particulares, sí es cierto que todas ellas comparten algunos generales, como mantener las capacidades físicas funcionales y cognitivas, evitar el aburrimiento y el aislamiento progresivo, disminución de la dependencia, mejora del autoestima, fomento de las habilidades sociales para la interacción y la comunicación, y minimizar las consecuencias de la enfermedad, «es decir, la persona afectada se va a dar menos cuenta de que le está pasando algo y además potenciamos su participación e integración en el entorno social.»