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Son 14 años los que ha cumplido el Centro Terapéutico de Día ‘Ciudad Jardín’ de Zamora en febrero de este 2018 y 15 los que ha cumplido Manuel Figueruelo como director, porque aterrizó en la actual sede de AFA Zamora un año antes de que se abrieran por primera vez las puertas al público, con el objetivo de poner en marcha todo lo necesario antes de su inauguración. Cuando llegó, se encontró un edificio aún en obras, seis trabajadores, y un trabajo inmenso por hacer.

 

¿Cómo fueron los comienzos?

Ese primer año, para mí –que venía de otro ámbito profesional diferente– fue sobre todo conocer el colectivo relacionado con las demencias, tanto familiares como enfermos, fue un año para conectar con todo, para ponerme al día, para diseñar el modelo que luego se implementó en este centro y que ha ido evolucionando y mejorando con el paso de los años.

Ese primer año en el que a mí se me contrata y que no está abierto es empezar a poner todo en orden. En aquel momento la asociación era muy débil, estaba formada por seis personas en plantilla, cuatro auxiliares y dos administrativas, todas ellas procedían de una cantera más bien del voluntariado, había buena voluntad pero no había profesionalización. Fue partir de cero para poner en marcha lo que hoy conocéis.

 

De estos quince años, ¿hay algún logro o momento que quieras destacar por encima de otro?

Hay muchos. Gracias a dios hay muchos momentos, ha habido mucho esfuerzo y mucho trabajo pero también muchos éxitos.

Uno muy especial fue el arranque del ‘Un, dos, tres… a recordar esta vez’, la presentación, la clausura del Congreso Internacional de Alzheimer en el Palacio de Congresos de la Calle de la Castellana en Madrid, fue un momento muy significativo por todo lo que supone, el mérito que tiene; y, en la siguiente oportunidad, conseguimos el premio en San Sebastián, en el 2012, con el programa especial de positivización dedicado a enfermos moderadamente graves y graves.

La celebración del 15 aniversario, con lo que fue aquella gala y la presentación que hicimos de toda la entidad, creo que fue un momento muy bonito para la propia Asociación. Y, hombre, qué decirte, también el hecho de obtener la confianza y el respaldo de la Fundación Valparaíso Sevillano, para mí, personalmente, ha sido un premio de alguna manera, porque estamos consiguiendo muchas cosas gracias a la confianza que se ha depositado.

En qué has cambiado tú como director, cuál dirías que ha sido tu evolución.

Yo venía de ser director ya de otra entidad, tenía bastante experiencia en lo que era la dirección. Mi evolución básicamente ha ido paralela a la de la Asociación, hemos evolucionado juntos. He pasado de hacer prácticamente todo en los primeros años (llevar el Programa de Atención a Familias directamente, los grupos de autoayuda, todas las entrevistas, la realización de memorias, la realización de presupuestos…) a ir delegando ciertas cosas en el momento en el que he ido pudiendo formar equipo, al tiempo que lográbamos consolidar una cierta solvencia económica.

Entonces, ¿cómo definirías tu estilo de dirección?

Yo siempre he creído en el equipo y en las personas, y lo que he hecho desde un comienzo ha sido evitar personalismos. Entiendo que mi autoridad no se gana por el rol que ocupas, sino por el respeto que vas logrando por parte de los demás. Yo lo que he procurado ha sido liderar un equipo en el que las personas tengan recorrido para tener autonomía pero, desde luego, cumpliendo con responsabilidad sus objetivos, sus funciones y su integración dentro de lo que es la entidad.

Ahí es donde se puede entender mi apuesta por integrar un sistema de gestión de calidad ya en el año 2009, cualquiera que sepa lo que es esto sabe lo que supone para una entidad como la nuestra en aquel momento –ciertamente pequeña– que tengamos un trabajo en una mejora continua y un camino hacia la excelencia de estas características; si lo comparas con otras entidades similares, no es frecuente. Yo he defendido esto igual que la delegación de muchas cosas, el creer en mi propio equipo y en la gente. Ahora, he de decir que también soy exigente, sobre todo cuando alguien no sintoniza con los valores que me parecen básicos, en eso, la verdad, no doy el brazo a torcer.

¿Qué es lo que te empuja a continuar con tanta fuerza después de tantos años?

La verdad es que me voy remotivando continuamente. Hay momentos en los que, no lo voy a negar, han sido muy difíciles, tú has preguntado por los buenos pero te diré que también los ha habido muy complicados y ha habido momentos en los que he estado cerca de hacer un cambio por agotamiento y cansancio.

Pero bueno, ver que algunos de los proyectos que he iniciado, en los que tanto he trabajado, como por ejemplo es el centro de Toro, pues hombre, cómo lo voy a dejar en manos de otra persona ahora, tendré que continuar y tendré que seguir, puesto que hay personas que han confiado en mí y en la entidad, no les voy a dejar ahora de alguna manera colgados.

Me motiva mucho el desarrollo de la Asociación, seguir creciendo, seguir mejorando, y eso es lo que me mantiene con esta ilusión y vivo, el que cumplamos la visión que tiene la entidad.